Atender a las personas mayores según su historia de vida

LA HISTORIA DE VIDA

Atender a las personas mayores según su historia de vida

¿Cómo me gustaría ser cuidado si no puedo verbalizar mi opinión? Es una reflexión que todas las personas que nos enfrentamos al cuidado de otra nos deberíamos hacer, solo así entenderemos la importancia que entraña mantener la autonomía indirecta de la persona.

Cuidar a una persona con patología neurodegenerativa es una tarea compleja. Partamos de la base de que cada patología sigue un curso distinto al igual que no hay dos personas iguales.

Es por ello que para cuidar a alguien tenemos que ir al centro de todo,  LA PERSONA.

Cuando nos encontramos con una persona con un deterioro cognitivo avanzado, es probable que no sea capaz de respondernos a cuestiones sencillas sobre sus necesidades básicas, pero ¿y si tomamos como referencia su trayectoria vital?

La Historia de Vida es un relato en el que se da cuenta de la experiencia de una persona que expone su actividad como ser humano y como partícipe en la vida social (Herbert Blumer 1939)

En la historia de vida debemos recoger no solo la biografía de la persona si no sus valores, sus costumbres, como es su imagen personal, aquellos cambios que la persona ha realizado a lo largo de su vida (niñez, adolescencia, vida adulta y vejez).

Un elemento indispensable para la correcta elaboración de la Historia de Vida es la escucha activa, en ocasiones nos centramos en lo que nos cuenta la familia o la propia persona y pasamos por alto detalles que pueden ser significativos para el cuidado de la persona. Tal como dice Teresa Martínez, el lenguaje es el principal vehículo de nuestro pensamiento (“Personas mayores y lenguaje cotidiano. El poder de las palabras” (Guías de la Fundación Pilares para la Autonomía Personal. Nº4, 2020))

La Historia de Vida de una persona se completa con la observación diaria. Como ejemplo, en personas con patologías neurodegenerativas avanzadas, es necesario saber interpretar el malestar. Esto nos puede guiar a la hora de satisfacer sus necesidades. El malestar de una persona no tiene por que implicar dolor, puede significar que el entorno físico no es el adecuado para esa persona o que no se están llevando a cabo sus rutinas y costumbres. Para llevar a cabo una observación diaria plena es necesario establecer confianza con la persona, conocer su historia e interpretar las discordancias ente el lenguaje verbal y no verbal.

Con todo lo anterior podemos acercarnos un poco más a cómo ha sido la persona y como querría ser cuidada, nos será más fácil conocer “qué haría ella en dicha situación” por lo que estaríamos llevando a cabo la Autonomía Indirecta, aquella que se hace efectiva a través de familia, profesionales o allegados.

La Autonomía indirecta aporta una percepción de control a la persona cuidada y esto se traduce en tranquilidad para ella. Con ello también estaremos haciendo un ejercicio de respeto hacia ella, hacia sus valores y costumbres.

Patricia Núñez Moraleda

BIBLIOGRAFÍA

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