En las personas mayores con alguna patología, es habitual encontrarnos con trastornos de conducta o comportamientos antisociales que rompen con su normalidad y también la de su entorno.
En muchas ocasiones, se presentan como comportamientos agresivos (gritos, insultos, golpes, agresiones físicas, objetos arrojados…) pero también hay otros comportamientos no directamente agresivos que son considerados conductas disruptivas (comportamientos hipersexualizados, hurtos, resistencia en el cuidado…). Los síntomas depresivos y ansiosos también estarían incluidos dentro de esta clasificación, pero en este artículo nos centraremos en las conductas antisociales.
Este tipo de conductas son muy comunes en el desarrollo de enfermedades de la tercera edad, por lo que realizar una correcta gestión de las mismas beneficia a la persona mayor, a las encargadas del cuidado y al resto de personas de su alrededor.
Ante la presencia de estos síntomas, es necesario concretar una visita con el neurólogo o el geriatra para que valore la idea de introducir o modificar tratamiento farmacológico, (que en algunos casos es totalmente necesario para poder mejorar la alteración de comportamiento).
Por otra parte, para realizar una adecuada gestión de los síntomas, hay que intervenir en primer lugar sobre los factores que disparan la conducta problema, y posteriormente sobre los que la mantienen.
El ambiente es el principal motivo por el que una persona mayor desata un repertorio de conductas disruptivas:
- Ambientes con un exceso de estímulos, en el que haya muchas personas hablando.
- Ruidos estridentes o música alta.
- Gente moviéndose.
- Presencia de objetos nuevos con los que no están familiarizados.
- Incluso espacios con déficit de estímulos que hacen que la persona se aburra y se frustre.
Por este motivo, se recomienda que las personas mayores con riesgo de tener conductas antisociales se encuentren en ambientes que gocen de una estimulación sensorial adecuada y relajante, evitando los estímulos demasiado excitantes y los espacios pobres y aburridos.
En el caso en el que ya haya comenzado el comportamiento problemático, para reducirlo o eliminarlo, ofrecemos algunas recomendaciones que pueden mejorar la situación:
- No gritar, reprochar, confrontar, mandar callar ni invalidar.
- Hablar con un tono tranquilo, claro, pero firme.
- No abordar: lo ideal es que sea una única persona la que intervenga.
- Dar espacio.
- Utilizar frases lo más sencillas y breves posibles para facilitar la comprensión.
- En el caso de que sea posible, alejar el estímulo que haya provocado la ansiedad.
- Distraer con un estímulo placentero y agradable. Intentar Involucrar.
- Facilitar la toma de contacto con la realidad: decir quiénes somos, qué relación tenemos con la persona, dónde estamos, qué estábamos haciendo, qué vamos a hacer después…
- Actividad física para relajar: dar un paseo, estirar…
- Ser pacientes, dar tiempo a la persona para que se relaje.
De este modo, en la mayoría de los casos podremos disminuir la agitación que pueda llegar a experimentar la persona. Sin embargo, como se ha comentado anteriormente, lo ideal para no tener que llegar a este paso es analizar las conductas disruptivas anteriores para conocer qué elementos han propiciado el conflicto e intervenir directamente en ellos.
En Fundación Juan Cruzado sabemos que estas alteraciones de conducta o trastornos de comportamiento pueden resultar muy frustrantes y agotadores para las personas del entorno que, en muchas ocasiones, son también las cuidadoras.
Para poder acompañar a las personas cuidadoras y facilitarles este rol, hemos desarrollado una APP Cuidadores 10, con recursos informativos y formativos, con vídeos de apoyo y test, que tienen el objetivo de convertirse en guía y referencia para mejorar también la calidad de vida de las personas cuidadoras.
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Esperamos que te sea de utilidad.